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"Juegos Olímpicos resume lo que ha sido mi carrera deportiva": Esteban Soto, la nueva joya del atletismo en Colombia.

12 de agosto. Juegos Olímpicos en Rio 2016. Clima tropical atlántico, con veranos calurosos y temperaturas altas en invierno, en esta región de Brasil puede que las temperaturas no sean tan extremas, sin embargo como en algunos lugares de Colombia, como por ejemplo Cartagena, la sensación térmica aumenta bastante debido a la concentración de humedad. Durante la  mañana había llovido lo suficiente como para refrescar la ciudad, una leve brisa acompañaba el panorama pero el sol llegó en la tarde, alumbraba frente a los ojos impávidos de los espectadores  -situados alrededor de las vallas que habitualmente ondean los eventos deportivos- y daba directamente en la cara de los 74 deportistas que se disponían a competir en los 20 kilómetros de marcha atlética, aún sin comenzar el certamen, gotas de sudor corrían por la frente y cara de la mayoría,  entre ellos había tres grandes del atletismo colombiano; Éider Arévalo, Luis Fernando López y Manuel Esteban Soto. Competirían ante rivales de talla; Wang Zhen y Ding Zelin Cai, ambos chinos especializados y admirados en esta modalidad por sus impecables resultados y no por menos, Zhen había conseguido la medalla de bronce en Londres 2012; y Cai, la medalla de plata en la Copa del Mundo de Marcha Atlética en tres ocasiones, en 2010. Disputaría también Erick Barroco, un guatemalteco merecedor de la medalla de oro en los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011, entre otros muy duros.

Cada deportista porta un cuarto de tela rectangular blanco con su primer apellido y un número escogido arbitrariamente por los organizadores, que lo identifica y que generalmente va puesto sobre el abdomen alto en la camiseta, Esteban  llevaba el 133, sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol marca Oakley, diseñadas especialmente para deportistas; de lentes oscuros, con patas en color blanco y bisagra verde fluorescente, vestía además un conjunto deportivo marca Nike, camiseta azul rey, con la bandera de Colombia bordada en la parte izquierda inferior y una pantaloneta corta color  rojo vivo con algunos detalles circulares en color blanco. Se mostraba imperturbable, como quien sabe con certeza de lo que es capaz. Osado ante sus contrincantes. Se da unas palmadas en sus piernas largas, delgadas y tonificadas, parecen palmeras, las venas brotadas, latentes como cordilleras sobre continentes son el resultado de más de nueve años de entrenamiento deportivo, tiene 22. Lo hace como parte de su calentamiento antes de cada competencia, despierta sus músculos recordándoles que tienen que estar a tope. El ambiente genera adrenalina, me pregunto qué pasará por la mente de cada uno de los competidores en ese momento justo antes de escuchar el pitazo que dará inicio al encuentro deportivo, muchos de ellos suelen hidratarse hasta el último instante, con botellas de agua a la mano o algunos otros prefieren bebidas que los ayude a recuperar carbohidratos como el Gatorade. Esteban se persigna y vislumbra una mirada hacia el cielo, lo hace en honor a Fernando Rozo Burbano, su antiguo entrenador, quien según sus propias palabras “ahora está en el cielo”. El técnico que fue también entrenador del atleta Luis Fernando López y quien falleció a causa de un infarto cerebral el 12 de enero de 2012 en Bogotá. Esteban lo recuerda como “un entrenador con alma y corazón”, su amigo y su sombra; el hombre  que desde el 2010, hasta el último día de su vida avivo su esperanza deportiva, además de fortalecer en él, tres características innatas para ser un marchista; resistencia,  flexibilidad y coordinación. Del mismo modo, en cuestión de segundos proyecta una mirada hacia la tribuna buscando a Marcelino Pastrana López, su actual entrenador que lo ha preparado día y noche durante los últimos tres años para estar en la élite del atletismo. Junto a él, dos colombianos más, un experimentado Luis Fernando López, nacido en San Juan de Pasto, Nariño y quien, para la fecha, había sido condecorado con la medalla de oro luego de proclamarse como el campeón mundial en las justas de Daeguo, Corea del Sur, en el año 2011, y el también huilense Éider Arévalo, campeón olímpico juvenil.

Por su parte, Esteban Soto fue campeón panamericano Guatemala 2013, campeón suramericano en Argentina 2013, campeón suramericano sub 23 Uruguay 2014, y clasificó a Río en el Challenger 2016 logrando la mejor marca de los clasificados por Colombia a los olímpicos, con un tiempo de 1 hora 20 minutos y 39 segundos. Toda una promesa.

Kilómetro a kilómetro

La marcha atlética es una técnica o disciplina del atletismo que procede de nuestra forma natural de caminar, con ciertas variaciones específicas; en la que el atleta  intenta caminar lo más rápido posible sin llegar a correr. El límite entre la marcha y la carrera se establece en el momento en que el atleta pierde contacto con el suelo de manera visible. Cuando sucede esto, se da por hecho que el marchista está corriendo.

 Los 20 kilómetros marcha es una de las pruebas dentro de esta disciplina. Está disputada tanto por la categoría masculina como por la femenina.  Según las normas básicas de la modalidad, normalmente, las pruebas que superan los 10 km se llevan a cabo en un circuito establecido en ruta, por las calles urbanas, puesto que serían demasiadas vueltas en caso de realizarse dentro de la pista. Incluso  en algunos casos se inicia en pista y se termina en ruta o viceversa. En Rio se ejecutó de partida a fin por carretera, un circuito establecido en la Playa de Pontal; una pequeña zona rodeada de grandes palmeras, playa, brisa y por supuesto  de mar, ubicada en la línea oeste de la ciudad. Seguramente, la mayoría por no decir que todos los espectadores debían estar disfrutando del ambiente, después de todo, las playas son el mayor atractivo turístico que tiene Río de Janeiro y como si fuera poco, era temporada de Juegos Olímpicos.

Contrario al caso de los deportistas, tras 26 minutos de competencia, del grueso con el que alzaron vuelo varios de los atletas no quedaba nada. El cansancio se hacía notable. En pruebas largas como los 20 km marcha es común que con el pasar de los minutos el grupo de atletas se vaya fraccionando, “es una prueba de resistencia bastante exigente, puede que uno lleve una cuarta parte de la competencia, tan solo 5 kilómetros de camino y que las piernas empiecen a arder pero es ahí donde la mente empieza a jugar un papel importantísimo, es posible terminar la prueba de una manera óptima si así te lo crees” afirma Esteban Soto. Hacía el kilómetro 10 de la competencia el lote de deportistas se había dividido en tres.  Con paso firme, movimiento continuo, una pierna detrás de la otra, cada una avanzando rápidamente de forma perfecta y sin doblar las rodillas, Esteban Soto había logrado no solo coordinar sus  músculos, su celebro y sus emociones; sino también posicionarse entre los 20 primeros de la prueba al ubicarse decimonoveno.

Dos kilómetros más adelante, Soto se encontraba literalmente luchando frente a un adversario que ascendía desde su propio ser. Desde entonces y hasta el final de la prueba, sintió como sus músculos se veían acechados por el agotamiento muscular; una mezcla de dolor físico y cansancio permanente recorría cada parte de su cuerpo y se apoderaba de su ser. Pese a esto, de inmediato, avistó la posibilidad de darse a conocer ante el mundo como uno de los mejores marchistas aquel día. Frunció el ceño, apretó su mandíbula y continuó en marcha, al son de sus sueños incapaces de sucumbir ante la amenaza de una fatiga muscular adquirida. Transcurría el kilómetro 14, minuto 56. Esteban fue el único colombiano que logró entrar al top ten, tras ascender 11 posiciones, A partir de ese momento, fue constante y no perdió paso para lograr el séptimo lugar. Hasta el kilómetro 18, el joven marchista ascendió una casilla. Mientras que Eider Arévalo concluyó decimoquinto y Luis Fernando López vigesimonoveno. El chino se colgó la presea dorada, con un tiempo de 1 hora 19 minutos y 14 segundos.

Manual Esteban Soto es la revelación de la marcha olímpica colombiana, estaba anunciado y los avisaban los principales medios del país. Colombia entera fue testigo del joven huilense que mejoró su marca persona y culminó su participación con un tiempo de 1 hora 20 minutos y 36 segundos, nos llenó de orgullo el alma y demostró una vez más de qué están hechos los deportistas en Colombia, de verraquera y sagacidad. Sus triunfos se los dedica a principalmente a Dios, pues afirma “me ha dado la vida y la fuerza para levantarme diariamente a entrenar, a mi madre Esperanza Ruiz, que con sus oraciones y consejos me han ayudado mucho, a mi papá Carlos Soto, por ser la primera persona que confió en mí y me dio la mano y nunca me ha abandonado, ni en las buenas ni en las malas”.

Manuel Esteban, como la mayoría de los magnos deportistas de alto rendimiento, ha sacrificado su vida social, sus posibles romances, incluso sus estudios para llegar hasta donde está, no se arrepiente, aclara. Se muestra como un joven sutil, seguro de sí mismo al hablar, esboza de su cara siempre una sonrisa casi tan grande como el afecto que se ha ganado de la gente, especialmente por su humildad. Actualmente vive cerca a la Unidad Deportiva El Salitre, en donde entrena diariamente a doble jornada. Más aún, se lo debe todo a Pitalito, un municipio ubicado a 180 kilómetros de Neiva, al sur del país en el departamento del Huila, sobre el valle del río Magdalena y reconocido por varios factores relevantes para la economía en el país, siendo el segundo sector con mayor producción de café, pero principalmente por ser un auténtico creador de grandes deportistas, Manual Esteban Soto es uno de ellos.

Cuando tenía nueve años, a sus padres le recomendaron llevar a Esteban a practicar algún deporte para tratar el asma del que sufre, “De inmediato, mi papá me llevó a la pista de atletismo de la Unidad Deportiva de Pitalito, él fue la persona que me motivó, yo me negaba porque era asmático, él siempre ha sido una persona paciente conmigo, me insistía todo el tiempo para ir a entrenar”. Al principio, cargaba un inhalador, lo utilizaba cada vez que sentía un desgate pulmonar, con la asfixia llegaba también la tos y el miedo. Pero poco a poco. Esteban fue perdiendo el miedo y desde entonces no ha parado. “A medida que los años fueron pasando, fui adquiriendo capacidad física y el asma, desapareció.”

 

Redactado por: Yenni Viviana Camacho.

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Dirección: Leidy Benavides   

Producción periodística: Yenni Camacho  |  Fotografías y videos: Vanessa Burgos

 

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